14 septiembre 2012

Fragmento de "La subversión del cristianismo".

"Nos hallamos en el mismo error que cometen actulmente los teólogos en asuntos políticos o sociales: en lugar de seguir el camino trazado por Pablo (fiel, fidelísimo intérprete del accionar de Jesús) se sitúan en el nivel y en el terreno en que lo hace el mundo. Un problema político hay que tratarlo políticamente. Un problema social, en el terreno social, con interpretaciones y remedios políticos. También en esto se trata de transformación del evangelio en moral. El mismo error del siglo cuarto, el mismo del siglo sexto y del octavo, etcétera. Con el mismo comportamiento secundario, por lo demás; lanzados a dar una solución moral, política o social, pues que sigue uno siendo cristiano a pesar de todo, se añade un barniz de vocabulario teológico y de referencias bíblicas, a las que se hace decir cualquier cosa. Hoy, como bajo Constantino, la teología viene después de la adopción de posturas políticas o moralistas, a título de justificación y buena conciencia y para legitimar la denominación cristiana. Por esta ruta y semejantes empeños, del contenido de la fe se hace una ideología."
Jacques Ellul

Como dijo mi maestro: "¡Arrepiéntanse!"

11 septiembre 2012

El Basilisco

Prólogo-

    Nos ubiquemos en la interminable e improductiva discusión sobre qué fue primero, el huevo o la gallina: La dicotomía existencial, la burda dualidad que condena a Occidente. Es el castigo por pretender pensar para existir. Ya sea de un bando o del otro, todo pensamiento se gesta a través, a causa o como consecuencia de una dualidad necesaria entre -al menos- dos posturas incompatibles. La jerga incorporó la idea de “dialéctica”, en mi opinión, sin entenderla.
    Aparecen un sinfín de conceptos apareados que sintetizan y rotulan grandes debates: “Civilización o Barbarie”, “Patria o muerte”, “Colectivo-individuo”, “Estructura- Superestructura”, “Autonomía-Organicidad”, “Voto-consenso”… en fin, “el huevo o la gallina”. 
Pero ningún esfuerzo por salir de estas oposiciones tan deleitosas para la arena política y la opinión pública, tiene un posible desenlace teleológico o necesario al que vayamos a llegar. No soy nada original recordando a dónde llevó “la Razón” a la sociedad europea en el siglo XX. Quisiera huir, si fuese posible, de la opción por uno u otro lado de la frontera: elijo la frontera. Y no es neutralidad, porque es sabido el artilugio que reza “el que no elige mi bando, está eligiendo al bando contrario”, que es insostenible a esta altura: nadie puede decir “porque elijo no matar estoy eligiendo morir”. Porque el que calla, no está otorgando nada; como tampoco porque alguien opine y debata significa que va a aportar argumentos válidos.
¿Cómo podríamos dialogar si estamos contra la pared y nuestro interlocutor sostiene la espada que nos acorrala? Pues bien, asumo mi posición con dignidad y me dispongo a responder y a proponer, sin espada y contra la pared. Ojalá algún día quienes me acorralan cobardemente cuando estoy desarmado, entiendan que sólo ponemos la otra mejilla quienes no tenemos miedo.

                                                                                                                       Córdoba, Julio de 2012.


INTRODUCCIÓN

“En el periódico, en la cátedra, en la academia, debe llevarse adelante el estudio de los factores reales del país. Conocerlos basta, sin vendas ni ambages: porque el que pone de lado, por voluntad u olvido, una parte de la verdad, cae a la larga por la verdad que le faltó, que crece en la negligencia, y derriba todo lo que se levanta sin ella.”
José Martí

A partir del Nuestroamericanismo Martiano, de la sociología de orillas de Jauretche y desde la crítica epistemológica me dispongo a criticar una estructura sin la cual no se puede pensar la realidad latinoamericana; pero mi enfoque Nuestroamericano, invita a considerar los conocimientos del mundo si son injertados en nuestras repúblicas.
El tema de este ensayo se centra en el problema de la convivencia entre humanos condicionados y distintos en un sistema que se promociona para libres e iguales, y cómo un grupo de “hermanos” logra apropiarse de estructuras de sentido que ocultan las identidades que no sean las comprensibles por las estructuras. En la primera parte, trabajaré desde el problema epistemológico del pensamiento político, más allá de los contenidos ideológicos, se trata de presentar al “partido”, la parte, como una unidad en sí misma, como “lo dado”, otorgándole una existencia necesaria a la disputa entre partes, que debe ser regulada. Esta parcialidad, que organiza lo real en nombre de todos, se ha petrificado en el tiempo, sosteniendo como nuestras, ideas que son exóticas; como son demasiadas las ideas importadas, en este ensayo me enfocaré en una: “El Estado es necesario”. Para retomar el carácter mítico de la formulación del problema, recuperaré la metáfora de Thomas Hobbes, “el leviatán”; pero lo someteré al giro nuestroamericano donde la categoría de monstruo debe ser reemplazada y analizada desde acá. ¿Por qué un monstruo debe ser el garante de las formas y contenidos de la política en Nuestra América? Como objetivo del ensayo, trazaré como eje la centralidad de las ciencias sociales y el rol de los intelectuales.


                                                     I

“Esta sensación decadente, si queremos expresar la misma cosa (me refiero a la fantasía) la llamamos imaginación, como ya dije antes: pero cuando queremos expresar ese decaimiento y significar que la sensación se 'atenúa, envejece y pasa, la llamamos memoria. Así imaginación y memoria son una misma cosa que para diversas consideraciones posee, también, nombres diversos.”
 T. Hobbes

¿Desde dónde comenzar a debatir sobre el problema del debatir? Mientras los especialistas científicos, los experimentados y la “ciudadanía” buscan construir legitimidad a lo que dicen, a mí me interesa explayarme en que lo que se dice se dice en un contexto pre-fabricado y que los dicientes participan pre-dispuestos. Todo esto no se dice: ¿Pre-fabricado por quién? ¿Pre-dispuestos a qué?
En la frase de Hobbes, quiero destacar dos cosas: ¿Por qué “sensación decadente”? ¿Por qué “imaginación y memoria”? En el campo de la disputa política, ya sea ideológica o de tipos de administración, se parte de sentidos comunes. Estos sentidos comunes son naturalizados como si fuesen reales e importantes, pero se ignora que la política es también una fantasía, en la que se disputa por la imaginación, por la memoria y por los nombres que se asignan a las cosas. La memoria es para Hobbes una sensación decadente, pero hoy la memoria es identidad, es mucho más que tradición, es legado es herencia. Por otro lado, la imaginación es igual de fantasiosa, pero no debe hacerse cargo de responsabilidades pasadas. Quienes reivindican la memoria exclusivamente, imaginan el pasado; mientras que quienes reivindican la imaginación exclusivamente, imaginan el futuro. Ninguna de estas perspectivas imaginan el presente, ninguna de estas perspectivas incorporan el Nuestroamericanismo, la creatividad desde lo dado.

    La Ciencia es la legitimación social de la fantasía humana de imponer sus memorias e imaginarios a sus interlocutores. El sentimiento de orgullo por construir nuestras palabras en la voz de otro es una sensación decadente. Martí dice: “la razón de todos en las cosas de todos, y no la razón universitaria de uno contra la razón campestre de otros”. Hobbes es el ejemplo de este refinamiento de la disputa intelectual por construir el argumento más compacto y abarcativo sobre lo real, lo necesario y lo posible; refinamiento que hace escuela, y se convierte en un modus operandi para la disputa política. Intuyo que la mayoría de los pre-dispuestos para el debate político creen que se puede definir en un debate lo real, lo necesario y lo posible… de otro modo, no encaminarían sus energías en tan agotadora actividad. Si practican con frecuencia el intercambio de opiniones subjetivas en un escenario pre-fabricado, es porque asumen que por la fuerza argumentativa de una oración se puede construir hegemonía. Sin embargo, la yuxtaposición de monólogos no es comunicación: poner dos televisores simultáneamente a funcionar no es dialogar. El debate político precisa construirse necesariamente con otro que sea diferente… si no existe, entonces hay que construirlo. Y aquí la ciencia puede darnos muchas herramientas engañosas para amontonar ladrillos discursivos y hacer columnas de ideologías; son esas estructuras las que organizan lo dado en un programa (en el mejor de los casos) o si no en un modelo económico que determina prioridades (lo usual). ¿Pero por qué nadie debate sobre lo pre-fabricado? ¿Por qué no ponemos en evidencia nuestros pre-supuestos? ¿Quién se atreve a exponerse y someter a discusión su pre-disposición?

    Cada parte sabe cómo debería ser el todo. Pero sin pensar en que son parte (aunque lo saben) buscan ser el todo; o al menos ser la mayoría, para hacer lo que suponen bueno. E intercambian opiniones sobre lo relevante y lo importante para cada facción en cada hecho que cae bajo sus lupas ideológicas. En el mejor de los casos, buscan por interlocutores: pero no para criticarse a sí mismos, sino para mantenerse informados de otras ideologías o posiciones deambulando por el “campo político”. Y el Nuestroamericanismo se levanta contra todo dogmatismo. Es como las reglas de la guerra, sólo le interesan a aquellos pre-dispuestos a matar o morir; pero quienes no estamos dispuestos a ello, podemos ver la contradicción en sostener métodos válidos para el genocidio. Estas reglas son fantasía.
El problema de la fantasía comienza suponiendo que el escenario no es escenario; que los participantes no son actores; que los diálogos no son guión… y que el público no es un observador para el que se pensó toda la obra. Todo es real: Auténtico y transparente a sus ojos, al juicio del intelecto de quién observa. En muchos sentidos, la primera lucha es romper el cascarón.
En la disputa ontológica por el origen del sentido -si fue el huevo o la gallina- unos se posicionan a favor del huevo (menor determinación, posibilidad de lo incierto) y otros de la gallina (estructura originaria que imprime un código genético a sus crías; rol protagónico de la estructura). Pero el problema está en que todos nos iniciamos en estas reflexiones siendo pichones indefensos: Martí insiste en este punto diciendo: “Dennos al menos para resucitar todo el tiempo que nos dieron para morir”. El énfasis en la estructura nos impulsará a imitar el comportamiento y conducta de nuestro entorno, mientras que el énfasis en la independencia del individuo nos hará dudar o descreer de las prácticas que realizamos. Desde ambos paradigmas habrá exitosos y fracasados: siempre. Sin embargo, me preocupa que, en demasiados casos, la elección de alguna de estas perspectivas se dé por tradición, por afinidad social, por carencias emocionales, por enojo contra algún individuo de otra filiación política… etc. Todas éstas y muchas otras particularidades son más relevantes que la ideología, la historia o la verdad de los objetivos de las partes. La adhesión a una agrupación o “bando”, es profundamente individual; ya sea por carencia de criterios y de reflexión individual o como resultado de la voluntad consciente de una persona. “El problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu”. Con esto quiero dejar muy en claro lo siguiente: si bien la independencia de nuestras repúblicas sigue inconclusa, la independencia sigue siendo la tarea. Y es inútil insistir en las formas si no hay antes un cambio de espíritu de quienes buscan la independencia.

Las venas abiertas de Nuestra América (que no terminan de cerrar) se abrieron con el mismo cuchillo. Las manos que lo toman pueden cambiar, pero nadie concibe necesario quitarle el cuchillo a nuestras repúblicas con tendencia suicida. Es parte de la cultura política tomar bandos, pero todavía no se ha avanzado lo suficiente en la identidad de los individuos que componen esos bandos. Las banderas (como aquel cuchillo) fueron levantadas por personas muy diferentes y en nombre de objetivos absolutamente incompatibles. Todos estos movimientos y las personas que levantaron banderas a lo largo de nuestras historias han sido empollados por el águila del imperialismo. Nuestro egoísmo, alimentado por el mismísimo capital, se ha vuelto nuestra dieta diaria: y es ese canibalismo fratricida el que nos guía para ser exitosos. Las instituciones, se erigieron sobre las columnas de acumulación y el derecho a la propiedad privada. Pero muchos no nos hemos adaptado: Y nos negamos a extinguirnos. Nos recluímos al mundo de la memoria y de la imaginación al que la política no le interesa acceder… o no puede, porque allí es muy difícil imponerse y gobernar. Hay muchas preguntas que emergen para desenmascarar la ingenuidad destructiva de muchos militantes políticos de Nuestra América.
¿Qué pretenden lograr con los medios que el “escenario” les propone? ¿Cómo hablar de “justicia social” en un sistema que consiste en la apropiación privada de bienes públicos (desde la naturaleza hasta las artes)? ¿Cómo puede una institución burocrática y jerárquica representar a un individuo? Sólo Hobbes sabe…


                                                 II
El Basilisco

“En efecto, en cualquier caso en que una afirmación es falsa, si los dos nombres de que está compuesta se reúnen formando uno, no significan nada en absoluto.”

    El “Estado de bienestar”… ¿No es una contradicción? ¿Puede el estado nación occidental capitalista promover el estar-bien? ¿Puede una institución política creada para dominar dejar actuar “libremente” al mercado? ¿Puede la economía resolver los problemas exclusivamente sociales? Me ocupo de esta “afirmación falsa que no significa nada en absoluto” por considerarla la única propuesta de superación que se ha aplicado con eficiencia en Nuestra América: un gobierno que ideológicamente piensa en la emancipación social y política de un pueblo-nación artificial dentro del sistema capitalista. Un aparato sólo puede servir si se lo usa correctamente; y para eso hay que conocer qué es lo que el aparato puede hacer. Y lo que no puede. Toda herramienta, ya sea material o intelectual, ha sido creada por el hombre, en condiciones específicas y con un fin específico. El estado cumple con esta definición, pero es modificado según los intereses del grupo de representantes que llegan a la cúspide de su jerarquía. Y esto no puede cambiar: ni puede usarse para algo que no sea gobernar ni puede ser usado libremente por cualquiera. Necesita comandar, necesita ordenar, necesita juzgar y legitimar. Y por otro lado, no puede ser comandado por otro, ni recibir órdenes de nadie, ni ser juzgado y por supuesto… deslegitimarlo es suicidio social y político. El estado sólo es potencialmente conducible por un grupo ínfimo de personas: representantes, personas que no valen por sí mismas, sino por su valor estratégico en las normas preestablecidas. Cuando se dice “juego de lo político” tenemos que pensar en “juego reglamentado”, como sería el ajedrez: el tablero, las fichas, las reglas y las jugadas son condición de sentido: si pudieran cambiarse las reglas, nada en él tendría utilidad ni sentido, sería absurdo.
    El estado de Bienestar es una especie de destilación de la idea de poder hacia una valoración social, una variante local de una forma histórica o estilo de ejercicio del poder: pero nunca fue una superación ni una crítica al sentido de “organizar una población”, o “definir y gestionar recursos”, etc. Es un modelo que confunde el hambre con las ganas de comer, los confunde al naturalizar los estados (los ser-ahí) como propias de las posiciones sociales: “los pobres están hambrientos” y los ricos “sólo tienen ganas de comer”. Presumir que “un pobre” no es avaro, codicioso y egoísta es un sesgo fuerte. Tanto como presumir que “un rico” es consciente de que su deseo acumulación es un defecto por exceso. De cualquier modo, el fuerte matiz material de las necesidades humanas como un problema exclusivamente económico es un tema a debatir; ¿El mercado triunfa o la ciudadanía se rinde sin luchar? De cualquier modo, todas las facciones que diputan por el poder a través de herramientas de la política cometen un grosero error de racionalidad occidental: la suposición de que los contenidos son escindibles de sus formas. El problema de identidad, que es un problema de orígenes, no se puede abordar con la racionalidad política.

    Las formas imperiales de derecho y ciudadanía del estado español, las formas económicas de intercambio y producción del imperio Británico, las formas político-democráticas de integración de las masas a principio de siglo XX durante la expansión del capitalismo, etc. ¿Quiénes somos y por qué queremos esos sistemas de gobierno? ¿Cómo somos y por qué queremos esas formas de supervivencia material? ¿Qué necesitamos para tener bienestar? ¿Cuál es el sentido de estudiar, trabajar, aportar a la previsión jubilatoria y jubilarse con los aportes de los que trabajan? ¿Queremos trabajar 40 horas semanales para recibir un “salario” creado para sobrevivir?

    Bajo las alas de la gallina se han juntado muchos huevos. El sistema hegemónico ha empollado a todos como a sus propios hijos. Pero cuando rompemos el cascarón vemos que no todos tenemos alas, no todos tenemos plumas si quiera: las aves más variadas, los reptiles más variados han pretendido vivir cuál aves de corral que no somos, siendo engordados con alimentos que nos enferman y debilitan, siendo “cuidados” con leyes que no entendemos para ser libres de hacer lo que no nos gusta, adoctrinados por “hermanos mayores” que nos usan de andamio para conseguir sus propios beneficios, etc. Todo esto debemos investigar y discutir, porque se ignora demasiado, se presupone todo lo que se desconoce. Sin embargo el estado creció entre nosotros, en tamaño, en agenda, en sentido, en poder, en alcance… y se impuso como único garante de las libertades. Este enorme Basilisco seduce con su poder a los ingenuos e inexpertos (pero “bien intencionados”) movimientos políticos que se preocupan por transformar su realidad: pero no alcanzan a pensar por sí mismos cuando se convierten en estatuas de piedra bajo el influjo dominante del monstruo y su sed de control, de poder. El Basilisco tiene la habilidad de convertir en piedra a todo aquél que mire a su único ojo; la metáfora se impone con claridad: todo aquel que considera la estructura estatal como herramienta de organización, cae irremisiblemente bajo la seducción del Basilisco. Los ciegos, aquellos que no ven la injusticia, el sufrimiento de sus hermanos, que son inmunes en sus almas de piedra, pueden sobrevivir y coexistir con el monstruo; por supuesto, hay muchos que sólo cierran los ojos para no ver, y se acomodan en el lomo de la bestia.  
    Toda lucha parcial, toda búsqueda egoísta, todo intento de imponerse es fruto de un alma entenebrecida. El orgullo militante sólo genera orgullo militante, la certeza sólo reconoce certeza: y hasta las mentiras crecen en el corazón del que confía en las certezas. Para que haya luz, debemos aprender a mirarnos en los ojos del otro. Despojarnos de nuestras categorías políticas para hablar con el otro es construir igualdad: ni rebajarse ni elevarse, hablar con sinceridad de nuestras intenciones, admitiendo nuestros límites. Esa simetría no existe en la realidad y ni el estado ni nadie puede otorgar virtudes a quien no las tiene; y viceversa, la academia o las leyes, no pueden otorgar defectos a quienes no los tienen. Renunciar a la verdad parece una locura, pero lo que recibimos a cambio es mucho mejor: Orden. La utopía democrática, la falacia de los derechos humanos, esconden la contradicción de modo casi místico, mágico: ¿Se puede definir cómo somos? ¿Se puede establecer un estándar de lo permitido? ¿Se puede distinguir la emoción del pensamiento? ¿Existió un humano antes de que se legisle cómo este debía ser? La gente cuando no votaba, ¿tenía menos dignidad por no participar simbólicamente en la legitimidad de un gobernante? Las preguntas que vienen a mi mente son infinitas, como la realidad que aparece frente a mí cuando me atrevo a mirarme en el espejo de la sociedad y ver que cuando uno se quita los anteojos pre-formativos de las ideologías legitimadas aparecen cosas que antes no se veían. Es cierto que no hay respuestas ni axiomas para estas preguntas, pero hay más libertad dentro de cada uno de nosotros que la que nos atrevemos a vivir. Yo me reconozco en el otro cuando lo miro humanamente, y muchas veces otros se reconocen en mí cuando me presento vulnerable y sin verdad. Basta de someternos al “juego prefabricado de lo político” como si fuésemos piezas de ajedrez, si no podemos hacer las normas, alguien nos va a “enseñar” a jugar…y probablemente sea el árbitro también. Necesitamos estar predispuestos a equivocarnos, a aprender con el otro con quién quiero convivir.   
    Me propuse presentar un problema que no veo suficientemente tratado en la arena política. Tal problema se puede resumir en tres preguntas que están dirigidas a mis contemporáneos: ¿Por qué tú idea de vivir mejor se basa en un modelo fracasado del pasado? ¿Cómo puede una revolución ser mejor para todos si no es mejor para mí? Si no somos libres de nosotros mismos, ¿cómo liberar a los demás?