29 octubre 2012

Aleatoriedad



Ocurre espontáneamente, de modo tan imprevisto que es una constante. No esconde segundas intenciones, ni resiste la crítica de un ojo experto: simultáneamente alberga todas las interpretaciones, caja de Pandora de la hermenéutica moderna.

Yo la miro y se escabulle de mi racionalidad. Me salva, me perdona. Sin comprender la persigo, para darle muerte. El sentido es demasiado necesario para tolerar su existencia. La aleatoriedad vuela libre, sin norma más que lo aleatorio. Atenta contra mi poder, contra mi control… y por más que yo le diga “casualidad”, “azar”, “destino”, “Dios” no puedo reducir o tabular sus características a algo inteligible.

Ya no peleo por el sentido. Ya no me impulsa un conocimiento. No me moviliza una ideología. No hay un sueño que conduzca mis pasos, ni utopía que me empuje a seguir. Soy un ser aleatorio, sin caminos trazados, sin motivos prefabricados. La verdad es que no tengo intenciones que no me hayan sido implantadas… la realidad es lo que pueda ser enfatizado, realzado, traducido de un caos saludable. Veo mucho más de lo que comprendo. Y existe mucho más de lo que puedo comprender.

Quien busca sentido, busca cadenas. Y las cadenas nos ayudan a no zozobrar…
Anclarse a lo aleatorio es ser libre. Y ser libre no es placentero, es aleatorio.
Puede ser, como puede no ser. Nunca sabremos si no inventamos: ¡Inventemos! Pero no digamos que es la verdad. Nacer es aleatorio; morir es aleatorio. La vida es aleatoria.

No es el caos sino el orden lo que nos hace estar tan vacíos. La vida nada impone, nada restringe, nada quita… es nuestra absurda idea de orden la que corrompió la libertad. La vida no es injusta, nosotros hablamos de justicia.

Vivir y dejar vivir: esa es la libertad. Pero quién no sabe vivir se pregunta: “¿Qué es la libertad?”. Las personas están atormentadas buscando una mentira a la que aferrar su aleatoriedad…

¿Y la verdad…? La verdad es que ya somos libres. Pero no nos gusta…

18 octubre 2012

La prueba.

La prueba es parte estructural de la gracia... no sólo como un expreso camino para hacernos mejores en la fe, sino como un modo de afirmar nuestra identidad como discípulos del Reino, como discípulos de Jesucristo.

Uno nunca sabe cuándo aprueba, esa es la gracia.

Tener una comprensión "escolar" de una prueba de fe, conduce inevitablemente al error. En la prueba se experimenta una tensión de conductas, de intenciones, de razones por las que decidimos actuar de uno u otro modo: Uno decide creer, pero carece de poder para sostener en el tiempo y en el espacio (o sea en la realidad) las consecuencias de la fe. Tanto los padecimientos como los logros que traiga la decisión de fe, pertenecen a Cristo... nosotros experimentamos, transitamos estas situaciones por que Él nos permite seguirle. Sólo así es posible resucitar con Él: vivir eternamente con Él. Convivir con su Espíritu es morir por fe en su poder.

La prueba es fe en su existencia cotidiana, concreta y constante. Nosotros hacemos audible Su palabra, palpable Su sacrificio, pensable su pensamiento. Pero necesariamente esa voz, ese cuerpo, ese pensamiento está en circunstancias donde me veo humillado, donde soy obediente, donde soy maltratado...como él fue maltratado, sin dejar de obedecer ni en la humillación...

Es el único lugar-momento donde la otra persona puede ver a Cristo en mí. Y donde yo encuentro la gracia para ser salvo.

Pobres, solos, extranjeros. Incómodos, incomprendidos, incompletos. Denigrados, ignorados, olvidados...
Pero salvos por fe en Cristo.