11 noviembre 2011

Soy el que saca los mercaderes del templo.

1 comentario:

Juan Andrés Frank dijo...

"Pero puede volver a objetarse que pensar la lucha contra el capital como anti-identitaria implica colocarnos en una posición teórica y prácticamente imposible. Toda conceptualización implica identificación: si no podemos identificar, no podemos pensar. Toda lucha también implica identificación. ¿O es que simplemente vamos a olvidar la lucha de los negros contra la discriminación, el movimiento feminista, los movimientos indígenas?
La diferencia está entre una identificación que se detiene allí y una identificación que se niega a sí misma en el proceso de identificar. La diferencia está entre conceptualizar sobre la base del ser y conceptualizar sobre la base del hacer. El hacer, como hemos sostenido, es el movimiento antagónico de identidad y no-identidad. El hacedor es y no es, así como lo hecho es y no es, es objetivado velozmente y luego reintegrado en el flujo social del hacer. Pensar sobre la base del ser es simplemente identificar. Pensar sobre la base del hacer es identificar y, en el mismo acto, negar la identificación. Esto es reconocer la inadecuación del concepto a lo que es conceptualizado. "El nombre de dialéctica comienza diciendo que los objetos son más que su concepto, que contradicen la norma tradicional de la adaequatio". Pensar sobre la base del hacer significa, entonces, pensar contra-y-más-allá de nuestro propio pensamiento: "[El pensamiento] puede pensar contra sí mismo. Si fuera posible una definición de la dialéctica, podría ser esta".
Lo mismo puede decirse de la lucha. Existe un mundo de diferencia entre una lucha que simplemente identifica (que dice ""somos negros", "somos palestinos", "somos vascos", como si estas fueran identidades fijas en lugar de ser momentos de lucha) y una lucha que identifica y, en cada momento de identificación, niega esa identificación: somos indígenas-pero-más-que-eso, somos mujeres-pero-más-que-eso. Mientras que esta última se mueve contra la identificación en el proceso mismo de afirmar la identidad, la primera es fácilmente absorbida en un mundo fragmentado de identidades. Para la estabilidad del capitalismo no importa la composición particular de las identidades (negro es lo mismo que blanco, vasco que español, mujeres que hombres) sino la identidad como tal. Una lucha que no se mueve contra la identificación como tal se mezcla fácilmente con los patrones cambiantes de dominación capitalista. La fuerza y la repercusión del movimiento zapatista, por ejemplo, no proviene del hecho de que es un movimiento indígena sino de que va más allá de eso para presentarse como un movimiento que lucha por la humanidad, por un mundo de muchos mundos."