18 octubre 2014

No me cierra.

Sufro esta condición de exceso de interpretación de mí mismo. Aburre, ya sé.
Pero se trata de un esfuerzo importante por despegarme de esas formas, usos, fines que se nos aparecen al frente y no podemos decir porqué algo en ellos no "nos cierra".
No nos satisfacen las explicaciones sobre cómo son y cómo funcionan las cosas.

Y ese es el tema: no me cierra. Quedo abierto, vulnerable... expuesto. Idiota por momentos.
No tolero el encierro. Me rebelo para que las cosas se me revelen.
Y funciona el mundo para sí mismo y funciona para mí la revelación.

Yo no soy argentino. Tengo un DNI y todo, nací acá. Pero esa identidad no me cierra.
Yo no soy capitalista. Uso dinero, compro cosas y vendo otras. Pero esa práctica no me define.
Yo no soy religioso. Creo en Dios, practiqué ciertos ritos, algunos hasta el día de hoy. Pero no...

No me cierran ni me definen las categorías que conozco. Y conozco muchas...
Ando perdido como perro en año nuevo. Asustado y errático.
Pero ando. Y sigo el Camino como puedo.
Por que no es llegar o salir de algún lugar (ni volver) lo que preciso... aunque ande exiliado sin patria, sin nación, siempre tendré una lengua que será mía, siempre que el que hable sea yo.

Rompo los moldes, los estallo, los rebalso. Si eso lastima, pido perdón... pero esos moldes tan precarios no me pueden contener.
Mis convicciones son la única manera de respetarme a mi mismo, de respetar a los demás.
Mi convicción es que la eternidad existe dentro nuestro. Y me zambullo para crecer.
Crecer es entender que podemos ser lo que queramos, y que si no queremos no podremos.
Puedo, y por eso mi querer se vuelve amor.
El amor me hace creer que el poder está en querer, en abrirse y ser libre, libre de mí, libre de amar.


15 octubre 2014

El repliegue sobre uno mismo (A)

Aparentemente la soledad es un momento constitutivo y constituyente, ya que en la medida en que sepamos estar solos podemos saber estar en comunidad. No es una regla, es un indicio de la experiencia sobre el carácter y la voluntad humanas: hay una regularidad que nos induce una hipótesis, solo eso.
Pero en este caso, no decimos momento de soledad, sino simplemente un repliegue: la metáfora que se me viene a la mente es la marea baja. Cuando la marea está baja no podemos decir que el mar tenga menos agua, o que está tímido… sencillamente se mueve. Igual yo. Me voy a la otra orilla que me contiene, no es que me seco o me escapo, me muevo dentro de mí. Al revés de lo que dice la geografía, no es la tierra el “continente” de los océanos, los océanos no son “contenidos” por “tierra firme”. Todo está girando, todo se empuja y se tironea con fuerzas invisibles que delimitan órbitas, mareas, terremotos y volcanes… dentro mío es igual.
Así como algunos enfatizan el orden de la naturaleza y lo estable y equilibrado de lo que hizo Dios, yo me enfoco en lo conflictivo, violento y aterrador de ese orden que nos equilibra. Ese equilibrio hace que a algunos les parezca curioso que el volcán de mi mente deje de echar humo… que la tempestad de mi carácter se repliegue en marea baja.

No tengo excusas para mi comportamiento, estoy habitado por el Dios de los rayos, el Señor de los volcanes, el imán de las órbitas planetarias, el Sentido de los lenguajes y la Testarudez insobornable de la vida: ese Dios al que las partículas del polvo de estrellas le hicieron estornudar, y en un “Big bang” hizo lo que llamamos “universo”. Ese Dios se repliega sobre sí mismo y descansa. Yo también. 

El repliegue sobre uno mismo (B)

“¡Ay! ¡Que apologeta…!” murmuran admirados los superficiales… “¡Caieié…! ¿Qué te hacé’l teólogo?” me observa el jugador de fútbol frustrado que vende sus mejores años de atleta a una empresa de telefonía… “Cualquiera tu música: una bosta” me dicen los músicos de academia por mi propio bien, intentando evitarme el ridículo. “A tus escritos les falta un giro gramatical más refinado”, me advierten los expertos en jotas y tildes. “¡Solamente soy un experto en efusividad y ademanes!” les grito llorando por dentro. Creo que no entienden lo que es tener un volcán adentro y ser isla de repente en medio del pacífico… No entienden el vértigo suicida de chocar electrones y fundirse en un rayo, liberando la energía en trueno y relámpago para el espanto de las tribus primitivas y los niños.
Entonces me repliego. Enfundo mis sonidos y palabras. Aflojo las cuerdas de mi mente y cierro el estuche. Paso a un estado de latencia… y todos podrán decir de mí lo que quieran que yo no voy a responderles: Como lo hacen con Dios. Pero bueno, de vez en cuando apareceré y me llevaré unos cuantos miles en forma de terremoto, maremoto o algún mosquito… pero los suicidios, los accidentes de tráfico, las guerras, los fondos buitres y otras plagas burocráticas son cosas suyas. Ni Dios ni yo tenemos la culpa de las nacionalidades ni las banderas, mucho menos del dinero o la filosofía que está detrás de cada ideología. La arquitectura, la policía y los alquileres son problema suyo. Las academias y los templos los hizo el diablo para dividirlos una tarde de noviembre que estaba aburrido de vacaciones en el Nilo. Da igual si las espadas las inventaron los elfos, los marcianos o los cananeos, los que se matan son ustedes solitos… y yo muero con ustedes. Pero porque vivo con ustedes.
Somos hijos de Dios, herederos de todo lo bueno que existe y que ha hecho Dios por sí mismo o a través nuestro. Culpables de todo lo malo, excepto la tristeza y la melancolía que son algo bueno; Principalmente culpables de la duda y la mentira, que engendran la envidia y la violencia.
Y me replegué. Tal vez fueron mil años, o un día... Y al replegarme me encontré con Dios, que vino a buscarme un domingo a la mañana a mi cama para decirme que ya está, que no sea tan maricón y me ponga a cantar y a escribir, que no deje de ser volcán ni tormenta, que a Él si le gustan mis canciones y la música está buenísima, que no importa si las guitarras de doce cuerdas la usa Pedro Aznar para canciones románticas, que yo puedo hacer Funk y Rock tranquilamente. Me dijo que me fije que siempre tiendo a afinar un poquito más alta las bordonas, pero porque soy gritón cuando hablo entonces me cuesta escuchar los sonidos más graves y profundos. Que no le dé bola a la Luchi que está negada con la música y no puede ver lo hermoso de lo que hago, pero que no sea tan salame de tratarla mal por eso. Y se fue.
Le pregunté lo mismo que Moisés aquella vez en el desierto: “¿Y cómo me van a creer que me dijiste todo esto? ¿Qué les digo…?”, “Yo soy el que soy” me dijo, y entonces me di cuenta que era como un deja vú, que lo dijo a propósito, ¡y nos reímos a carcajadas! Entonces me dice, “¡Sean, pavote, sean!”
Y entró la luchi a tomar mate…

07 octubre 2014

Nunca vi mejor a alguien que fundido en un abrazo

El otro está frente a mí. Lo veo. 
Cuando el otro está más allá. Lo miro.
El otro está justo acá. Lo ignoro.

A veces me toca ser el otro. Me miran de lejos. 
Me miran de nuevo: de re-ojo.
Ahora me acerco. Se hacen los que no me vieron.

Esta vez te vi mientras me veías.
A medida que me acerco veo tu mirada sonriente.
Estoy acá y ahí, en el brillo de tus ojos.

Y seguí hasta el abrazo.
Mientras veo por sobre tu hombro, se me cierran los ojos.
Y recién entonces, nos reconocimos.