15 octubre 2014

El repliegue sobre uno mismo (A)

Aparentemente la soledad es un momento constitutivo y constituyente, ya que en la medida en que sepamos estar solos podemos saber estar en comunidad. No es una regla, es un indicio de la experiencia sobre el carácter y la voluntad humanas: hay una regularidad que nos induce una hipótesis, solo eso.
Pero en este caso, no decimos momento de soledad, sino simplemente un repliegue: la metáfora que se me viene a la mente es la marea baja. Cuando la marea está baja no podemos decir que el mar tenga menos agua, o que está tímido… sencillamente se mueve. Igual yo. Me voy a la otra orilla que me contiene, no es que me seco o me escapo, me muevo dentro de mí. Al revés de lo que dice la geografía, no es la tierra el “continente” de los océanos, los océanos no son “contenidos” por “tierra firme”. Todo está girando, todo se empuja y se tironea con fuerzas invisibles que delimitan órbitas, mareas, terremotos y volcanes… dentro mío es igual.
Así como algunos enfatizan el orden de la naturaleza y lo estable y equilibrado de lo que hizo Dios, yo me enfoco en lo conflictivo, violento y aterrador de ese orden que nos equilibra. Ese equilibrio hace que a algunos les parezca curioso que el volcán de mi mente deje de echar humo… que la tempestad de mi carácter se repliegue en marea baja.

No tengo excusas para mi comportamiento, estoy habitado por el Dios de los rayos, el Señor de los volcanes, el imán de las órbitas planetarias, el Sentido de los lenguajes y la Testarudez insobornable de la vida: ese Dios al que las partículas del polvo de estrellas le hicieron estornudar, y en un “Big bang” hizo lo que llamamos “universo”. Ese Dios se repliega sobre sí mismo y descansa. Yo también. 

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