07 enero 2011

De vuelta al ruedo...

Como ya es sabido, en el ruedo hay toros y toreros.
En mi caso me ha tocado ser ambos. Porque este ruedo está dentro de mí.

Tengo un ágil y audaz torero. Tengo una bestia asesina, un minotauro.
A veces gana uno, a veces gana otro. Pero la esencia del ruedo es que alguno tiene ganar; y el otro perder.
Siento una profunda debilidad por el torero: es lo que todos esperan de él. Es un ser social por excelencia, atento, noble y cortés. Pero justiciero y terco.
No así el minotauro... es incapaz de hacerse omprender, no conoce otra forma que el conflicto; se abalanza frente a todo lo que lo amenaza. Siempre busca estar tranquilo y detesta ser mascota o que lo miren con cariño. El exige respeto, porque es respeto lo que infunde. Y nunca se calma hasta haber ganado un duelo.

Siempre que el torero gana, se arrepiente. Más cuando el minotauro lo despedaza, muere con grandeza.
"Es ridículo" pienso a veces del torero..."Lo mata porque debe; pero en verdad lo quiere". Y el minotauro no tiene nada en contra del torero... pero odia al público al que él entretiene.
Entonces yo, cuando gana el minotauro, arremeto contra las multitudes necias y deseosas de sangre inocente, miro con sus ojos animales a la multitud en silencio. Multitud humillada y avergonzada.
Pero cuando el torero gana, en realidad pierdo. Y la multitud gana al ver que he cumplido mi tarea. Al ver que he hecho lo que de mí esperaban.

Y el minotauro, mientras se desangra, me mira y me dice "siempre gana una bestia... solo depende quién la está mirando"

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