31 enero 2011

Ensayo: Parte 3/6


TIERRA FÉRTIL POR NATURALEZA.

            “La naturaleza es el cuerpo inorgánico del hombre; la naturaleza, en cuanto ella misma, no es cuerpo humano. Que el hombre vive de la naturaleza quiere decir que la naturaleza es su cuerpo, con el cual ha de mantenerse en proceso continuo para no morir. Que la vida física y espiritual del hombre esta ligada con la naturaleza no tiene otro sentido que el de que la naturaleza está ligada consigo misma, pues el hombre es una parte de la naturaleza.”
K. Marx (Manuscritos económicos y filosóficos 1844)

            El punto de partida elegido, esto es, la preexistencia de culturas en América latina a la razón instrumental, tiene como eje la naturaleza humana. Aunque Marx intente racionalmente justificar la universalidad del hombre como ser genérico, le es imposible desprenderse de su razón instrumental.  Puesto que en nuestra América, el hombre, estaba más cerca de la naturaleza, las condiciones de abundancia en que vivía permiten observar que no precisaba demasiada tecnología para su supervivencia. Marx dice: “El objeto del trabajo es por eso la objetivación de la vida genérica del hombre, pues éste se desdobla no sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activa y realmente, y se contempla a si mismo en un mundo creado Por él.” Con esto, es mi intención renovar la declaración de objetivación a través del trabajo,  complejizando las circunstancias como corresponde y acercando al hombre que habita el continente a ese hombre genérico, reconociendo en él todas las capacidades sociales: “La esencia humana de la naturaleza no existe más que para el hombre social, pues sólo así existe para él como vínculo con el hombre, como existencia suya para el otro y existencia del otro para él, como elemento vital de la realidad humana; sólo así existe como fundamento de su propia existencia humana.” Se trata de buscar “en qué medida él, en su más individual existencia, es, al mismo tiempo, ser colectivo.”
Llevando nuestra particularidad a lo universal, para así enriquecer y diversificar la existencia genérica humana: cuando el hombre latinoamericano se busca a sí mismo en el mundo, no se encuentra. La única forma es adoptar una existencia que no le es propia e insertarse en un mundo que no fue creado por él.  El hombre latinoamericano se reconoce solo intelectualmente, más no activa y realmente. Las poblaciones y culturas latinoamericanas tienen esa capacidad de adaptación, de sembrar sociedades ajenas y hacerlas florecer, adoptando las formas y usanzas exóticas como propias. Las culturas nativas quedaron en medio del fuego cruzado que Marx describe como “la guerra entre los codiciosos, la competencia”. Guerra para la que no estaban educados; no conocían el trabajo asociado al mejoramiento de las condiciones de vida individuales y por lo tanto no concebían la tierra en los términos de la propiedad privada.
Sin embargo la desigualdad entre ricos y pobres no conoce fronteras: “Ciertamente el trabajo produce maravillas para los ricos, pero produce privaciones para el trabajador. Produce palacios, pero para el trabajador chozas. Produce belleza, pero deformidades para el trabajador. (…) Produce espíritu, pero origina estupidez y cretinismo para el trabajador.” Ya sea esclavizado al capital o a algún dios, el hombre que no obtiene libertad de su trabajo está en una condición infra-humana. Respecto a esto, la condición de “proletario” se puede asignar, en su caracterización literal de “gestación de hijos”, a todas las poblaciones latinoamericanas que no pudieron beneficiarse con la hegemonía europea. Darcy Ribeiro (Indianidades y Venutopias, ed. del sol, 1992) adopta esta idea de “proletario” como “desculturizado”, no es alguien carente de cultura, sino alguien que ha perdido su cultura original. Es en este sentido que sostengo que la perspectiva que Marx imprime al materialismo histórico, respecto a la coincidencia entre circunstancias y actividad humana, es mucho más vigente de lo que se pretende. La tarea del intelectual latinoamericano es volver objetiva esa actividad humana, contrastar todas las circunstancias que han traído a la cultura latinoamericana hasta donde nos encontramos hoy y actuar entendiendo su participación en la construcción de teorías como práctica revolucionaria.
El único problema que enfrenta, respecto a esto, el intelectual o el pensador latinoamericano es la cuestión sobre la racionalidad de su pensamiento. Para lo cuál hemos de revisar algunos conceptos de la teoría crítica.

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